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miércoles, 29 de agosto de 2012

QUEREMOS LA PAZ


Todos los colombianos queremos la paz. Es el clamor de muchos que en medio del conflicto hemos sobrevivido a una guerra que tras 60 años, se han derramado ríos de sangre, en una criminal confrontación fratricida, agravada en los últimos 30 años  por la aparición del narcotráfico y el paramilitarismo.

A estas alturas del paseo hay muchos que le siguen apostando a la guerra, encabezados por el jefe de la ultraderecha, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, que desde las trincheras de su twitter, sigue polarizado al país, fomentando el odio y el rencor a muchos colombianos, haciéndoles creen que la única salida es la de combatir la violencia con más violencia.

Si le damos un vistazo a sus ocho años de gobierno, no le alcanzo el tiempo para acabar con la guerrilla de la FARC, ni mucho menos le dedico tiempo para combatir la corrupción, y como no pudo perpetuarse en el poder, ahora empieza a sufrir los cien años de soledad, y no se resigna a los rigores del olvido.     

La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento, (Art. 22 CPC), y las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas (...) en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares (Art. 2 CPC).
En las últimas décadas, estos postulados de la CPC, no se ha tenido en cuenta y por el contrario se han venido violando sistemáticamente. Para la muestra tenemos la infiltración de las Fuerzas Militares, por los paramilitares y las autodefensas, como lo ha aceptado el hoy extraditado general Mauricio Santoyo, Jefe de Seguridad del ex presidente Uribe, y que a nombre de la Seguridad Democrática, perpetro horrendos crímenes de lesa humanidad.

Y qué decir de las nefastas acciones ilegales del Departamento Administrativo de Seguridad DAS, realizadas por el ex director Jorge Noguera (2002-206), condenado por la Corte Suprema de Justica a 25 años de prisión por los delitos de concierto para delinquir agravado, el homicidio del profesor Alfredo Correa De Andreis, la destrucción, supresión u ocultamiento de documento público y la revelación de asunto sometido a secreto.

No podemos dejar de lado las acciones ilegales que realizó la ex directora del DAS, María del Pilar Hurtado, quien se encuentra asilada en Panamá desde el 2010, y que deberá responder por los delitos de concierto para delinquir, violación ilícita de comunicaciones (chuzaDAS), seguimientos ilegales a magistrados, políticos de oposición, defensores de derechos humanos y periodistas, abuso de la función pública, peculado por apropiación y falsedad ideológica en documento público.

Otra perlita es la del ex comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, hoy prófugo de la justicia y con una orden de interpol para darle captura en el lugar que se encuentre, para que responda por los cargos imputados por la Fiscalía General de la Nación, de la falsa desmovilización de la compañía Cacica Gaitana en marzo de 2006. Se dice que Restrepo se confabuló en una empresa criminal con dos oficiales del Ejército (los coroneles Hugo Castellanos, que era el oficial de enlace de la Oficina del Alto Comisionado, y Jaime Ariza, comandante de la Regional de Inteligencia del Ejército número 5) y con algunos de los supuestos desmovilizados, reclutados en varios barrios de Bogotá.

El Presidente Juan Manuel Santos abre las puestas para un posible proceso de paz con la guerrilla de las FARC, abrigamos la esperanza que no sea otro intento fallido por terminar definitivamente la guerra. La mayoría de los colombianos queremos la paz, y auguramos que este proceso sea serio, y que no se cometan los errores del pasado, asumido con prudencia, con cautela y con decisión, como lo ha expresado el mandatario.

Si la Comunidad Económica Europea, los Estados Unidos y muchos otros países han visto con buenos ojos y avalan la propuesta, con mayor razón los colombianos debemos aplaudirla y respaldarla. Personalmente quiero que las nuevas generaciones tengan un mejor país. No les neguemos esta otra oportunidad.

Carlos Augusto Cubillos Romero

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